Me fue muy difícil arrancar esta columna mensual del newsletter. Porque no sabía con qué oración abrir, ni como estructurarlo. La recepción del news del mes pasado fue increíble y quiero estar a la altura de eso, porque encima este mes vengo con un tema pesadito, un tema que no solo me atravesó este mes sino que lo viene haciendo hace ya casi un año: los períodos de transición.
Hay muy poca representación online de estos perídos en los cuales uno va de un punto A al B. Somos los primeros en decir que nos gustaría ver más contenido sin tanta edición, más honestidad, más vulnerabilidad, más detrás de escenas, pero cuando llega la hora de la verdad todos terminamos pensando que para qué vamos a mostrarlo si al final del día solo triunfan quienes ya están donde nosotros queremos llegar.
Tenemos tanto miedo de mostrar nuestros idas y vueltas, nuestros arrepentimientos, nuestros fracasos y la cantidad de veces que tropezamos con la misma piedra, que preferimos vivir estos períodos en las sombras y en total silencio. Mientras limpiamos nuestra piel de acné, no nos sacamos fotos y decimos que no a eventos sociales. Purgamos nuestros armarios y meditamos en silencio sin que nos “descubran” nuestras parejas o seres queridos. Mientras organizamos nuestras finanzas damos rodeos cada vez que nos preguntan si estamos bien como para participar de un regalo colectivo a un compañero de trabajo.
Yo estuve en todas esas y terminé cansada de esconderme tanto. De hacer de cuenta que ni siquiera estaba intentando simplificar mi vida como lo hago ahora. Si total a la gente le gustan cosas como “Solo tengo 50 prendas” o “Me deshice del 70% de mi armario”. Como si la gente interesada en mi punto de vista, en el in between, no existiera.
Hoy le quiero hacer honor a este período de transición que estoy viviendo entro la Flor consumista shopaholic y la Flor que vive de una forma más simple e intencional. Te dejo una foto de la Flor de antes así arrancamos:
Por qué me cuestan tanto los períodos de transición
Siento como si existieran 2 Flores coexistiendo actualmente dentro de mí. Les charlé un poco sobre eso a principios de mes, en esta carta.
Por un lado la Flor consumista y shopaholic que hacía de las compras de ropa su terapia personal. Recuerdo usar el corte del almuerzo de mi primer trabajo para escaparme al shopping y comprar 2, 3, 4 prendas de Zara, esconder las bolsas en el auto de mi compañera (también shopaholic) y correr a buscarlas a la salida del trabajo, obviamente para que nadie viera lo tanto que gastaba.
También recuerdo a la Flor del 2019 que se quedó sin laburo y se quiso arrancar la cabeza cuando vio que su indemnización se estaba yendo en pagar una tarjeta de crédito llena de cuotas 2 de 3, 1 de 6 de Zara y Mercado Libre. Me arrepentí de todos esos años en los compraba de a 2 y 3 pares de zapatos por mes, pasando la tarjeta como si la plata no me perteneciese.
Veo la foto de más arriba y siento mucha tristeza por esa piba de 25 años. Tristeza porque lo peor de todo es que la veo feliz en algo que no es para nada normal y que ahora identifico como patológico. Si esa versión de mi hubiera sabido cuánto esos gustos postergaron mis más grandes sueños, creo que se habría espantado y quizá tomado consciencia del daño que me (nos) estaba causando.
Hay una especie de vacío entre esa Flor y la Flor actual, la que adoptó lo mejor del minimalismo e intenta vivir más intencionalmente su vida, tanto en lo material como en lo intangible. Siento que ESTOY en ese vacío quizá porque aún no termino de creerme que soy esa mujer simple que deseo ser. Muy probablemente ya lo sea y me falte creérmelo, como cuando empecé a identificarme como una persona deportista; al principio no me lo creía, hasta que llegó el cambio físico y ahí tuve en frente de mí la respuesta.
Quién te dice que quizá eso es lo que me hace falta: el cambio físico. Soy una persona muy visual, y suelo otorgarle más peso a lo que veo que a lo que pienso — aunque ya todos sabemos que absolutamente todo arranca en nuestras mentes, en las cosas que nos decimos todos los días sin parar.
Me falta aceptar que soy esta versión nueva de mi y que no hay nada más que me esté faltando para identificarme como esa persona simple e intencional. El barullo material con el que coexisto hoy en día no es más que aquello que la Flor de 25 me dejó para que me responsabilice. Y ya no puedo seguir haciéndome la boluda.
La mente nos juega malas pasadas
A veces no termino de entender si mi mente está a favor o en contra de mí. Entiendo su biología, su necesidad de mantenerme a salvo y resguardar la energía haciendo lo que ya conoce, lo que no le supone un esfuerzo, pero pareciera que no comprende que ya no es por ahí, que me hace mal seguir con esas viejas ideas. Se siente como una infinita pulseada donde de veras no sé para qué lado se estaría inclinando la victoria.
Ya que tanto estoy hablando del plano físico, aparte de escribir estas palabras quiero mostrarle a mi cerebro las siguientes imágenes, todas de cosas que dejé ir y ya no extraño:
De estas fotos, puedo rescatar que ya no tengo la mayoría de estas prendas y no las extraño, así como mi pelo super corto y el flequillo que me acompañó durante 15 años ininterrumpidos. Aún así me pregunto, ¿por qué me sigue costando tanto deshacerme de cosas materiales? Repito, no extraño NADA de eso, nada de nada.
Todo parece ser una cuestión de sentimientos
Ayer charlé del tema del newsletter con mi psicóloga. Charlamos sobre las transiciones y un poco de mi necesidad de irme hacia los extremos para forzarme a hacer cambios. Es algo muy poco sano en mí pero que todavía me funciona, porque tengo muy poca auto-disciplina y me cuesta mucho hacer algo “a medias”; es como si siempre fuera un “a todo o nada” cuando hacer al menos “algo” es igual de valioso que haber completado el objetivo.
Hablamos acerca de que llegado el momento de cumplir un objetivo, uno más ambicioso va a dibujarse en mi mente y convertirse en ese ideal a perseguir. De que siempre me va a faltar algo, y que no necesariamente está mal porque es en parte el motor que nos hace avanzar en la vida, pero que no puedo vivir en el futuro sin apreciar el camino recorrido que llevo hasta el presente. Y me parece muy gracioso esto porque ya hice un episodio sobre apreciar el camino recorrido en mi podcast, se ve que lo (me) tengo que escuchar de nuevo.
La pregunta del millón con la cual cerramos la sesión es: “¿Qué pensás que vas a sentir cuando consigas eso que querés?”, porque al final del día lo que yo persigo no es el cuerpo que va a resultar de un entrenamiento, sino sentirme más vitalizada y alineada a un estilo de vida en movimiento. Lo que yo persigo no es tener menos cosas para ser más minimalista, sino sentirme más aliviada al momento de hacer grandes cambios como mudanzas ya sea dentro de mi país o fuera del mismo.
Mis transiciones actuales
Para cerrar este news caótico el cual no tiene aún una conclusión pues sigo transicionando, les voy a contar cuáles son mis transiciones actuales y a qué cosas estoy intentando acostumbrarme.
La salud de mi cuerpo y la moda. No les llegué a contar en una carta (creo), pero estuve deshaciéndome de muchos zapatos que no me permitían caminar kilómetros sin fruncir el ceño. Actualmente me estoy amigando con mi estatura — no soy baja (1.68), pero toda mi vida escuché que es lindo tener piernas largas y que los tacos estilizan (?!). Siento que esta información me caló hasta los huesos, porque algo de dismorfia generó en mi que cuando me miro al espejo me cuesta reconocerme como un ser humano ENTERO. Es muy loco, pero cuando uso zapatos planos siento que me falta una parte de mi cuerpo, aunque se que no es así.
La comida que compro. Quiero que comer más saludable sea un hábito, y si cada vez que voy al super me compro un paquete de galletitas dulces dudo que lo consiga. Ya probé una y otra vez en mi vida que dejar de comer tanta azúcar hace que te des cuenta que no querías azúcar realmente, tan sólo el consumir a diario galletitas dulces me hacía querer más.
Las charlas en las que me involucro. No te voy a mentir: me encanta un buen chisme, sobre todo laboral hahah pero intento no involucrarme más de lo necesario en esas charlas, en sacarle el cuero a alguien en redes, en inclusive pensar mal de alguien en mi cabeza. Son cosas que sé que no me suman y me hacen vivir desde la escacez más que la abundancia, y son situaciones que siento que me ponen en un papel de víctimaen el cual no quiero estar.
Ser una persona financieramente más inteligente. De esta me encuentro muy orgullosa porque siento que ya tengo un buen tramo recorrido del camino. Ya ninguna compra que hago es impulsiva y es meditada con antelación, pero quiero dar ese siguiente paso para comenzar a hacer crecer mis ahorros.
Y vos, ¿cómo te sentís en los períodos de transición? ¿Estás transicionando algo actualmente?