Bienvenidos a Vida Simple
Una columna que existe para darle seguimiento a mi proceso hacia una vida más simple y minimalista
Me debatí si arrancar esta sección del news en formato podcast — un poco porque extraño el formato y no me siento del todo cómoda con mi podcast de Spoti, y otro poco porque me apetecía separar la documentación de este proceso aparte de mi columna central mensual. Decidí finalmente honrar la esencia de Substack que es la escritura. Años y años quejándome de que Instagram y Tiktok mataron a los blogs (ya está fuera de discusión que "ya fueron" ¿no?), que extrañaba textos más largos e introspectivos, y no va que vengo a este espacio y me encuentro tentada de subir... audios y videos. La ironía, ¿no?
¿Qué van a encontrar en este espacio de Flor de Newsletter? Un lugar donde sin prometer periodicidad voy a ir contándoles mi proceso hacia una vida más simple y minimalista. Les contaba en la columna mensual de Agosto que descubrí que mi tercer valor fundamental es la simplicidad, y sobre eso quiero hablar hoy: tenemos tan normalizado el hiper consumismo por sí mismo, la idea de que más es más, que nos olvidamos del efecto que tienen nuestras decisiones no solo en el planeta (les prometo que acá no vamos a centrar la cosa en la ecología — tengo muy poco conocimiento del tema) sino en nuestras mentes.
Si es la primera vez que me leen les cuento que tengo ansiedad generalizada. Convivo con ella hace muchos años, pero me la diagnosticaron en terapia recién en 2019. Desde que empecé mi primer sesión entendí que no hay una cura per se y que en realidad se aprende a convivir con ella. Todas mis decisiones las hago en pos de mantenerla lo más tranquila posible; me doy cuenta enseguida si tensé la cuerda más de lo que ella puede soportar. El minimalismo por supuesto tiene mucho que ver con mi ansiedad. Abundan los estudios y las experiencias que demuestran lo bien que nos hace a las personas con temas de salud mental el tener pocas cosas, pero hay muy pocas personas que documentan el durante. Hace unos meses me había convencido que no quería documentar este proceso ao vivo, que quería hacerlo a puertas cerradas porque es algo que me pone en una posición muy vulnerable y no estoy lista para las críticas. Hoy entiendo que lo que necesitaba era una sensación de privacidad — mi podcast lo escuchan hasta ex-compañeros de trabajo, y eso es algo que me pone MUY ansiosa. Da igual por qué me importa tanto lo que la gente alrededor mío piense, no es el tema de esta columna, pero sí es algo que me pasaba. En Substack siento un poco de esa privacidad, ese sentimiento que solían darme hace unos cuantos años los blogs que estaban abiertos a todo público pero pocos de mi vida offline encontraban.
Cómo comenzó todo
Tiene sentido hacer un pequeño repaso de dónde vengo para darles contexto, y para eso revisité mi viejo podcast para refrescarme un poco las ideas. Me dio ternura escucharme, un poco porque me oía algo desesperada, y otro poco porque por suerte puedo estar escribiéndoles esto desde otro lugar, con un poco de camino recorrido y algunas cosas casi resueltas. Digo casi porque, como con todo proceso mental, conlleva mucho trabajo y tiempo deshacerse de pensamientos y creencias propias que no nos suman.
Nací y viví toda mi vida en Argentina, un país que casi siempre está en crisis, en una familia de clase media tirando a baja. Si bien no recuerdo tener una mala infancia, si recuerdo haberme dado cuenta de adolescente lo mucho que a mis padres le costaba mantener nuestras necesidades básicas cubiertas. En mi casa siempre se hablaba de dinero no como algo malo en sí, pero si como algo que costaba obtener y que frecuentemente escaseaba. No se tiraba nada; todo podía aprovecharse o reutilizarse para otra cosa. La casa de mi abuela y la de mi mamá siempre estaba llena de cosas; todas las superficies siempre se llenaban de adornos, portarretratos, velas y los clásicos elefantes donde les enrrollábamos billetitos de 2 pesos para la suerte.
Crecí como maximalista y amante de la moda, y el hecho de que estudié diseño de indumentaria y arranqué a los 24 años a trabajar en una multi como diseñadora solo fue tirar leña al fuego de un problema que ya existía. Durante los 5 años que trabajé en esa empresa tripliqué la cantidad de ropa que tenía en mi placard. En 2019 me mudé sola por primera vez y recuerdo que uno de mis requisitos para alquilar era "que tenga más de un placard y que sean grandes" porque mi preocupación número 1 era poder mudarme con mi colección de casi 600 prendas. Lamentablemente en 2020 tuve que volver a vivir con mis padres por la pandemia (además de que me había quedado sin trabajo 3 meses después de mudarme) y ahi fue donde hice mi click de que algo andaba mal:
Me volví con 170 pares de zapatos. Me encantaría que fuera una broma, pero no lo es. Tuvimos que armar en el cuartito de las herramientas un sistema de repisas para poder guardarlos porque en la casa no entraba todo lo que tenía. La mudanza de vuelta a casa fue caótica - no entendía cómo se había salido todo tanto de mi control. Fue ahí donde empecé a investigar sobre el minimalismo y si a futuro sería algo que podría ser para mí.
De maximalista a minimalista
Entre 2015 y 2018 flasheé influencer de moda. Tenía un blog, un Instagram, un calendario editorial y dedicaba los fines de semana a hacer shootings en mi casa. Un de mis hobbies preferidos era ir a Zara para comprarme algo nuevo para mostrar. Obviamente que en esa época yo juraba y perjuraba que no lo hacía para mostrar siempre algo nuevo, que repetir outfits está bueno, etcétera. Pero en el fondo sí lo hacía. Me importaba no mostrarme siempre con lo mismo, porque a ver, seamos honestos: nos aburre en una cuenta de moda ver siempre las mismas cosas, aunque la gente quiera engañarse.
En 2019 finalmente dejé de publicar con intenciones de "pegarla". Abandoné las publicaciones de Instagram y mi blog se dedicó a juntar polvo durante meses y años, hasta que en 2021 dije "basta" y lo eliminé junto con mi cuenta de influencer. Este fue el año donde empecé a hacer mis declutterings más furiosos - salieron docenas de bolsas llenas de ropa y zapatos. Algunas cosas lograba venderlas, pero el resto (la mayoría) lo donaba.
En 2023 me pegó la paranóica después de que me hackearan la compu y me volví una persona mega privada. Desde ese entonces no tengo cuenta pública en ninguna red social. Noté que la cantidad de selfies que me sacaba era cada vez menor - me daba cuenta cuando quería cambiar la foto de Whatsapp o de mis redes personales que no tenía fotos mías, más allá de alguna que otra foto de mis outfits porque documentar mi estilo era algo que todavía me divertía. Hay algo de ver el proceso de cambio a lo largo del tiempo que me fascina - uno va cambiando casi sin darse cuenta, hasta que un día te das cuenta que algo que era típico de tu estilo de repente ya ni te gusta.
Así fue como surgió mi primer passion project, 365flores, donde me dediqué durante 1 año entero a documentar mi estilo. Fue un pequeño engaña pichanga, porque como sabía que iba a fotografiar el outfit le ponía más onda que cuando no lo fotografiaba. Entonces me ponía en casa zapatos que claramente para estar en casa no me iban cómodos, que eran más bien de salir, o me ponía pantalones que claramente para estar 10 horas sentada frente a la pc no eran cómodos. But all for the picture, right?
Fue en este proyecto que me encontré con la cruda realidad de los números. Pueden ver las conclusiones del proyecto acá, pero para darles alguna datita a modo de resúmen: usé prácticamente solo el 50% de mi colección, y casi todo lo que usaba de calzado era sin taco o plataforma. Ya saben lo que dicen: los números no mienten, y si algo me enseñó ese proyecto es que somos increíbles para engañar a nuestros propios cerebros. Así fue como comencé a documentar todo mi armario en planillas de Excel y la aplicación Stylebook (que lamentablemente está solo para iOS :( gracias al cielo aún tengo mi viejo iPhone porque AMO esa aplicación).
Un cambio de identidad
No puedo negar que para mí es importante (en esta etapa de mi vida al menos) mi estilo. Desde siempre me gustó la ropa y nunca dejó de gustarme. Pero sí es cierto que mi relación con ella ha cambiado muchísimo desde mi época como diseñadora.
Después de tantos cambios y problemas financieros - porque sí, mostrar algo nuevo en IG todas las semanas me llevó a tener miles de cuotas en ropa en la tarjeta - finalmente entendí que ya no era cuestión de justificar mi comportamiento con "ay pero es que me gusta la ropa". Tenía un problema y era hora de asumirlo. Es en esta época, en el 2022, que arranco mi podcast en Spoti. Durante año y medio documenté mi proceso hacia una vida más simple y minimalista, hablando sobre mis métodos de decluttering y cómo iba progresando financieramente. Me puso muy feliz un episodio en particular donde conté que había sido capaz de ahorrar dinero durante 3 meses consecutivos - antes era cuestión de vivir paycheck to paycheck.
Sin embargo con el pasar del tiempo empecé a sentirme algo incómoda. Algo me estaba haciendo sentir rara y no sabía muy bien qué. Al final me llevó 4 años entender que algo en mi identidad había efectivamente cambiado. Es algo que asumí recientemente, este valor de la simplicidad del que hablaba más arriba. Ya no soy la chica maximalista que repetía como disco rayado "más es más". Ya no me entusiasma ir de compras a un shopping - aunque he de admitir que las ferias de segunda mano sí me siguen gustando. No siento ansiedad cuando llega una fecha como el Black Friday o el Cyber Monday, y ya casi no existen en mi tarjeta cuotas relacionadas a ropa. Obviamente sigo teniendo recaídas, porque son parte del proceso, pero por suerte cada vez son menos frecuentes.
En qué momento me encuentro ahora
¡Hablemos de números! Actualmente tengo un armario de 409 piezas y mi objetivo es llegar a 300 el 1 de Enero de 2027. En lo que va del año me deshice de más de 50 prendas, por lo que pienso que quizás llego antes de la fecha prevista. ¿Por qué 300? Porque estimé que eso es lo que entra en un placard promedio en un departamento de 2 ambientes, y es un número con el cual creo poder sentirme cómoda.
Ya que hablamos de zapatos, me enorgullece decir que ya no tengo (hace bastante) 170 pares; ahora tengo 49, que me sigue pareciendo mucho pero va queriendo, paso a paso.
Actualmente me encuentro camino a depurar mi fantasy self, esa persona que todos tenemos en la cabeza que queremos ser pero que muchas veces no es nuestra realidad. Te doy un par de ejemplos: si fueras introvertida y no te sintieras cómoda yendo a fiestas, ¿para qué tendrías como fantasy self a una socialite que tienen muchos vestidos de noche y lentejuelas en el armario? Si trabajás desde casa, ¿para qué tendrías 20 pares de zapatos de vestir? En mi caso personal, me di cuenta que mi fantasy self soy yo a los 25 años, ¿qué ironía no? Esa Flor pseudo-influencer que usaba sombreros de pana en invierno, tacos de 10 cms para verse más estilizada y se ponía base hasta para ir al supermercado. Me cuesta horrores, porque no es que lo que me queda en mi colección no me guste, es que yo ya no soy ella ni quiero serlo. La Flor del presente quiere verse cute, si, pero no a costa de su comodidad y de darle lugar al estómago a expandirse cuando sale a comer. La Flor del presente no quiere estar pendiente de que no se le vuele el sombrero o se le corra el delineador. La Flor del presente quiere estar lo menos pendiente posible de su apariencia en todo momento.
La Flor del presente se siente más cómoda con vestidos holgados y calzas, zapatillas y borcegos bajitos, gorros de lana y un labial de color sutil como único item de maquillaje. Es hora de que deje a esta Florencia tomar el timón.
Vida Simple existe como una columna adicional a Flor de Newsletter. Las entregas serán el 15 de cada mes, aunque debo hacer el disclaimer de que puede que esta autora se tome descansos de tanto en tanto para recargar su pluma y sus energías :)
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Yaaaas 🎉🎉🎉